La discoteca: Los 40 años de Closer.


“I never realized the lengths
I'd have to go
 All the darkest corners of a sense
I didn't know
Just for one moment 
hearing someone call
Looked beyond the day in hand
There's nothing there at all”

Twenty Four Hours (Closer - Joy Division)


Por Diego Villa

Estimados lectores y amigos del jardín es un placer presentar una nueva sección del blog llamada la discoteca. Palabra que literalmente significa armario o colección de discos, si nos ceñimos estrictamente a la etimología. En el nuevo espacio celebraremos y reviviremos los discos (así como las colecciones musicales) que han superado con éxito la prueba del paso del tiempo y se han convertido en clásicos indiscutidos. Géneros como el rock, la ópera, el flamenco, el pop y las diferentes vertientes temporales y estilísticas de lo que se considera música antigua, entre otros, tendrán cabida aquí. Este mes el álbum Closer de la banda inglesa Joy Division cumple 40 años de existencia, por lo tanto tenemos el pretexto perfecto para inaugurar nuestra discoteca en Desde las Hespérides recordando y disfrutando la magna obra de los cuatro de Salford.   




El crítico musical Ned Raggett, especializado en rock independiente de los años 80 y 90, dijo en su momento de Closer : “el rock rara vez parece y suena tan importante, vital y tan imposible de resistir o ignorar como aquí”, al leer un veredicto tan contundente no puedo explicar del todo el porqué tardé tanto tiempo en acercarme a Joy Division quienes a pesar de tener una reputación bastante sólida en el mundo del rock habían pasado inadvertidos para mí; tal vez opacados por otras luminarias como Depeche Mode, The Cure o Nick Cave. La primera vez que escuché con atención a la banda fue hace relativamente poco (unos 10 años), cuando se me encargó armar el listado para una fiesta del legendario bar underground bogotano Gatobardo, en la cual la música “oscura” debía ser la protagonista y entonces apareció en mi búsqueda por casualidad una canción de Closer, Twenty-Four Hours. La impresión que generó en mí aquel repiqueteo hipnótico del bajo, el incisivo y amargo sentimiento de arrepentimiento en su desgarradora letra y una voz que mezclaba la enorme tristeza de un poeta con el tenue lamento un lobo agonizante permaneció indeleble hasta el día de hoy.  

Joy Division en París (1979). Foto por Pierre René Worms.

Joy Division apareció a la mitad de los años 70 en un Reino Unido que venía experimentado desde décadas anteriores, el colapso del estado benefactor y la desaceleración de la industria y la economía, pero para ese momento los problemas repuntaban con una intensidad enorme tornando insostenible la situación del país; lo que decantaría en una profunda incertidumbre a nivel social. Bajo este panorama, un futuro colorido no era precisamente lo que tenían en mente los jóvenes de aquella época y muchos dieron salida a su rabiosa frustración a través de la música, dando forma al género conocido mundialmente como punk. La banda estaría inmersa en ese contexto pero su expresión artística a diferencia del explosivo y expansivo punk se enfocaría más una honesta reflexión sobre las emociones sombrías, naciendo así un estilo musical que se conocería como post punk; el cual sonoramente no solo sería más austero y romántico que su predecesor sino que poseería una mayor complejidad en sus letras.  


Durante el corto periodo que estuvo activo el grupo formado por Ian Curtis, Bernard Albrecht, Peter Hook y Stephen Morris solo saldrían a la luz un puñado de sencillos y dos álbumes de estudio, Unknown Pleasures y Closer, siendo este último el que nos ocupa en esta ocasión. El disco fue lanzado el 18 de julio de 1980, dos meses después de que Curtis tomara su propia vida. Un evento que visto en retrospectiva encaja dentro de un patrón en el que cada generación de rockeros contempla la auto inmolación de uno de sus ídolos; resultado del combate tormentoso del artista contra fuerzas amenazantes que pretenden despedazar su mente o su cuerpo por completo, alcanzando posteriormente el estatus de figura de culto o mártir, poniendo así en evidencia las aspiraciones espirituales que ha tenido el rock desde sus inicios pero que podemos rastrear hasta el siglo XIX en la figura del artista maldito. La complicada situación personal de Curtis, así como los detalles y causas de tal acontecimiento han sido abordados en extensión por la prensa y los fanáticos, por lo que resulta innecesario añadir algo más al respecto. 

Ian Curtis en Transmissions.

En Closer estamos ante una obra que anuncia el inevitable final de Joy Division y especialmente el de su vocalista. Tanto la foto de su portada, como su música y sus textos están impregnados de un sentimiento de partida y aunque el oyente perciba por momentos que la banda trata de liberarse enérgicamente de esta ominosa sentencia en canciones como Isolation o A Means to an End; lo cierto es que las crudas visiones sobre Dios y la existencia humana en Passover y Colony, la honda meditación metafísica de Heart and Soul, la ansiedad por lo que se ha perdido en Twenty Four Hours, la solemnidad fúnebre en The Eternal y la opresiva angustia de un infierno personal en Decades terminan por pesar mucho más y despejan las dudas sobre el tono y la intención de este trabajo.  La atmósfera del disco en su mayor parte está marcada por la voz densa y espectral de Curtis que por momentos parece fundirse en el persistente arrullo de la música producida por las guitarras, los bajos y el sintetizador; un sonido que parece encontrar su inspiración en la sofocante y gélida lluvia que anuncia la llegada de la lúgubre primavera inglesa.

Portada de Closer ampliada.

La foto original de la tumba de la familia Appiani, en el cementerio Staglieno (Genova, Italia).


Cuarenta años después las melodías y el estilo de Closer permanecen sin una sola grieta, el álbum no tiene nada en él que suene anticuado o irrelevante en siglo XXI, un logro que solo acontece en obras de excelente factura; también cuando los tópicos, tensiones y motivaciones de esta se manifiestan como eternos y por último cuando podemos encontrar rastros de una pronunciada influencia en sobresalientes artistas futuros, en este caso Radiohead Smashing Pumpkins. Razones por las que todavía hoy y sobre todo en aquellas horas en las que nos sentimos a punto claudicar ante la vida, podemos simpatizar con Ian Curtis quien más que cantar parece susurrar en la oscuridad, cual cercenada cabeza de Orfeo, profundas letanías contra una existencia hostil repleta de dolor.


 © Copyright 20 de julio 2020 Diego Villa Caballero, Desde las Hespérides Blog. 

Comentarios

  1. Es un gran disco sin duda, Curtis con una discografia corta pero en la que pudo expresar mucho de ese dolor y angustia con la que seguro muchos nos hemos identificado en algun momento, mi favorita rs la del lado b con la que se cierra "Decades".

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