Aniversario: Los 40 años de Locura
Por Diego Villa Caballero
Normalmente cuando la gente (me refiero a fans, críticos de música y creadores de contenido) habla del llamado "Rock en español", visita los lugares obvios y recurrentes, México y Argentina (ocasionalmente España) y a la hora de adentrarse en el país argento la tendencia es exaltar a figuras mito como Charly García o Spinetta, a bandas de altísimo impacto comercial como Soda Stereo o a personajes llamativos con un toque de extravagancia como Andrés Calamaro. Sin embargo, esta gente falla casi siempre en recordar agrupaciones y proyectos de un poderío más sutil y profundo, de una sofisticación felina que cuando pisa la creación musical lo hace de una manera tan fina que puede llegar a ser imperceptible para un público acostumbrado a las retumbantes y pirotécnicas puestas en escena del rock. A este tipo de bandas pertenecen los argentinos Virus, consagrados desde un largo tiempo en su país de origen, pero apenas conocidos en el resto del continente americano, y aún menos en las regiones anglosajonas y francófonas del norte.
Este año se cumplen los 40 años de Locura, indiscutiblemente su álbum más popular y exitoso, uno que balancea lo mejor de la elegancia del New Wave europeo de los 80's con el gancho comercial de un Soft Rock no menos elegante y exquisito. A cuarenta años de su publicación, este álbum sigue despidiendo un perfume de modernidad y audacia: la voz suntuosa de Federico Moura acompañada de sintetizadores brillantes y letras repletas de erotismo que sigilosamente desafiaron los convencionalismos sociales tradicionales de la época. Aunque por motivos generacionales y geográficos no tuve la suerte de experimentar el tiempo en el que se lanzó el disco, es fácil imaginar a Locura como uno de los símbolos de rebeldía artística y de apertura cultural, que fueron emergiendo en plena transición democrática argentina.
La primera vez que escuché a Virus fue cuando me encontraba viviendo en Buenos Aires, hace casi una década, fue en una las tantas salidas a los vibrantes bares del microcentro porteño, estaba sonando algo que a primera impresión parecía ser una canción de Visage o Propaganda pero me quedé un poco en shock cuando comencé a escuchar el español, en lugar del tradicional inglés o incluso el alemán que uno espera de bandas así. El color de la voz y la forma como se proyectaba también me sorprendieron, no era el típico cantante de banda alternativa imitando a Dave Gahan (Depeche Mode) o a Simon Le Bon (Duran Duran), era una voz propia que se conocía muy bien a si misma, intima pero al mismo tiempo poderosa. En definitiva estaba sonando algo que no se parecía a nada a lo que nos tiene acostumbrados el mercado de la música hispana o "latina", pero tampoco era una burda imitación de las bandas europeas a pesar de que claramente las tomaba como referencia y todo eso naturalmente me atrajo muchísimo; tanto así que hasta el día de hoy, dependiendo del momento del año, Virus se disputa con Caifanes el segundo lugar en el podio de mis bandas favoritas en la categoría de rock hecho en español, sobre la banda que ocupa el primer lugar no hablaré hoy y la dejaré como un misterio para otra ocasión.
En estos tiempos donde reina lo pueril, lo chabacano y lo repugnante a nivel cultural, a menudo se critica a quienes reprobamos la bajeza con la que se trata todo lo que tiene que ver con sensualidad y erotismo en la industria de la música y en general en la cultura popular. Se nos tacha de retrógrados, puritanos y se nos dice que estamos copiando la actitud reaccionaria que tuvieron generaciones pasadas frente al desparpajo y la irreverencia del rock. ¡Ay señores, no se equivoquen! Es cierto que existieron y aún existen bandas de rock que tienen la gracia y el ingenio de una bolsa de basura tirada en la calle, pero por lo general se les ha dado el secundario y hasta terciario lugar que merecen. ¿Se puede decir lo mismo del llamado "género" urbano y sus derivados? Creo que no.
El problema no es hablar de sexo en una canción o un disco completo (como en el caso de Locura), es el tratamiento que se le da, lo deseable es alcanzar calidad en el lenguaje usado y una habilidad de jugar con las palabras para que el oyente más que excitación hormonal sienta curiosidad, ganas de soñar con fantasías más elevadas y menos simplonas, todo eso lo logra Virus en este disco. Locura estimula la imaginación erótica y la lleva a escenarios de ensueño que trascienden el espacio y el tiempo, desafía a la mente para que busque significados ocultos en los símbolos, las metáforas y los juegos de palabras. Entre todo ese "jardín de las delicias" de Eros que es Locura, son tres las canciones más candentes que se llevan las palmas y que han sido el deleite de intérpretes y críticos:
Pecados para dos, retrata los chispazos de un encuentro sexual clandestino, en el que una pareja (hetero u homosexual) se encuentra cegada por un hambre insaciable de placer que parece nunca terminar y en la que apenas se dibujan las palabras y pocas frases aparecen.
Luna de miel en la mano, su doble sentido también admite una doble interpretación; la más común es ver la canción como una oda al autoerotismo masculino, otra interpretación es el encuentro intimo entre dos hombres; la simbología fálica de la luna creciente está en el centro de las dos interpretaciones.
Sin disfraz, aquí Federico Moura decide correr sutilmente los velos de su intimidad y deja entrever, entre metáforas y códigos su propia sexualidad, oculta por presiones tanto sociales como profesionales. Una de las claves está en el estribillo: "En taxi-voy, hotel Savoy y bailamos". Nuestro cantante aquí no solo logra mostrarse con una suave gallardía y honestidad sino que abre la puerta para que otros hombres en su momento pudieran hacerlo.
Las tres canciones forman un tríptico dentro de Locura donde Federico Moura y la banda expresan ingeniosamente la necesidad por sumergirse en el deseo carnal, la autenticidad y en la transgresión de las pasiones desenfrenadas, todo sin apelar al lugar común de la vulgaridad explicita, ya fuera por la represión externa de la época o por decisión propia. Mientras que el resto del álbum cabalga entre lo delicado y lo turbulento de las pulsiones amatorias naturales al ser humano. Una obra de arte que deja una lección para el tiempo de hoy, en el que todo parece estar permitido pero solo hay parálisis y miedo al contacto humano, en donde el peligro se percibe en mostrarse tal cual como uno es y no en caer en los estanques del narcisismo y en donde nadie se atreve a desear y ver al otro de manera real.
© Copyright del texto 22 de noviembre de 2025 Diego Villa Caballero.






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