La discoteca: Los 35 años de Spleen and Ideal

    “No hay horror en el mundo que supere a este frío,

a esta crueldad de un sol que hiela el pecho mío,

oscura, inmensa noche, del viejo Caos hermana;

del mas vil animal ahora envidio la suerte,

pueda dormir un sueño semejante a la muerte…

¡Tan lentamente el tiempo su madeja devana!”

De profundis clamavi (Fragmento) 

Charles Baudalaire.

Por Diego Villa

Este mes el álbum Spleen and Ideal del dúo australiano Dead Can Dance, cumple 35 años de existencia. En agosto de 1981 el guitarrista Brendan Perry formó Dead Can Dance junto a la vocalista Lisa Gerrard, uno de los proyectos musicales más longevos y multifacéticos de la década de los 80’s, pocas bandas pueden jactarse de tener una carrera tan prolífica y de haber incursionado en la mayoría de los estilos musicales más relevantes a escala mundial. En 1982 Perry y Gerrard dejaron la parroquial escena musical de su nativa Australia para establecerse en Londres, un lugar más cosmopolita y favorable para el crecimiento de su ambiciosa creatividad, una vez allí firmaron con el hoy legendario sello discográfico 4AD y por más de tres décadas han producido trabajos de una asombrosa magnitud y belleza. 

 

Comenzaron su carrera teniendo como punto de referencia la nueva ola del post punk británico pero añadiéndole ingeniosamente tintes de ambientes arcaicos y etéreos (específicamente en su primer álbum el homónimo Dead Can Dance), pasando luego por una etapa "neoclásica" vanguardista repleta de simbolismo poético y sonoridades ominosas realzadas por la incorporación de cantos litúrgicos e instrumentos clásicos como oboes, trompetas, trombones, tubas, campanas, chelos, violines y la percusión militar (etapa comprendida en los álbumes Spleen and Ideal y Within the Realm of a Dying Sun), después vendría el primer acercamiento a los polirritmos de la música tribal asiática y africana en conjunto con la solemnidad de la música medieval y renacentista (en The Serpent’s Egg y Aion respectivamente) y finalmente desde principios de los 90’s hasta la fecha, dominarían la amplia paleta de ritmos folclóricos de la llamada música del mundo. Este 2020 incluyeron a Colombia por primera vez en su gira americana, pero fatídicamente toda la gira de conciertos fue cancelada a causa de la pandemia del COVID 19.   


Spleen and Ideal, la segunda obra del dúo parece a primera vista un espectro monumental de tonos sobrenaturales, místicos, y sombríos pero estos adjetivos apenas raspan la fachada de su estructura. Tampoco se trata simplemente de un revival o una reproducción al pie de la letra de la música antigua, el impulso central del álbum ciertamente proviene de un pasado lejano pero su desarrollo apunta más a redefinir ambiciosamente la música popular de finales del siglo XX a través de una conjunción histórica que cobra vida cuando se interpreta la música sacra del pasado a través de ideas, referencias, armonías y recursos técnicos propios del siglo XX. Así Spleen and Ideal manifiesta una identidad intemporal (cualidad que la banda incorporará constantemente), ya que no participa en uno de los tópicos más recurrentes del Romanticismo, el clamor por la restauración de una época dorada distante que se considera perdida;  por el contrario se concentra en mostrar, a través de la música, que el pasado nunca nos abandona del todo y que coexiste paralelamente con el presente, produciendo un sentido profundamente agudo de contraste y cuyo resultado final es un chiaroscuro musical sin precedentes.


El título del álbum está directamente tomado del eje central de “Las flores del mal” de Charles Baudelaire, uno de los libros cumbre de la poesía francesa. Spleen es un término enigmático que literalmente significa mal humor y que Baudelaire usó para hablar de una inquietud exasperante que denota hastío o tormento “el alma se deleita en su propia impotencia y sueña con la nada. Por ello el hastío (Spleen) se pone al ideal” (1). La vida mundana es una trágica trampa de la que todos somos presa, el poeta por su peculiar visión es consciente de esta realidad y cae en manos del Spleen, quedándole la muerte como única resolución a tan miserable principio rector de la existencia. 


Brendan Perry y Lisa Gerrard. Foto: Pinterest.

El primer tema del disco De Profundis (Out of the Depths of Sorrow), es el único que toma como título uno de los poemas del libro de Baudelaire; "De profundis clamavi", expresión antigua de carga religiosa que traducida del latín significa “clamé desde la profundidad”. En el poema el Spleen es, además de lo mencionado, una palabra que para el poeta equivale a la lenta y maligna disolución del ser humano, y todas las cosas, dentro de la inexorable liquidez del tiempo. En Dead Can Dance esta noción se mantiene pero es empujada hacia dimensiones cataclismicas, el disco abre con un mundo ad portas de una conflagración asoladora que dará inicio a una nueva era; muy acorde con la concepción pagana del tiempo, en la cual este serpentea de manera incesante y circular en ciclos constantes de renovación y destrucción (el mito de las edades en las cosmogonías indoeuropeas). Lisa Gerrard sumerge al oyente en el reino fantástico de la glosolalia: “un lenguaje ininteligible compuesto por palabras inventadas y repetitivas común en estados de trance” (2) y dentro de ella aparece solitaria la frase “Embrace the love so fair”, como una estrella de esperanza que se alza en medio de la devastación, en concordancia con la misteriosa imagen de la portada. De Profundis también hizo parte del soundtrack de la película Demoni 2, escrita y producida por el maestro del cine de horror italiano Dario Argento.


Seguido a lo anterior tenemos a los opresivos instrumentos de viento de Ascension, que se lamentan por la catástrofe ocurrida aunque pronto se levantan orgullosos para anunciarnos el renacido mundo que asciende hacia un nuevo tiempo. El tercer tema Circumradiant Dawn (El alba circunradiante) es un canto de Gerrard a la panacea, aquel remedio milagroso que tanto buscaron los alquimistas medievales y del que se decía curaba todos los males, no solo físicos sino también morales y que roza con nuestros anhelos de perfección e inmortalidad. Poder vencer la degradación que trae el tiempo y de paso a la muerte para igualarnos con los dioses; algo que los antiguos griegos designaron como hybris y que posteriormente el cristianismo identificaría como el pecado capital de la soberbia, es el asunto principal aquí.

CD Spleen & Ideal. Foto por Diego Villa.

The Cardinal Sin (El pecado capital) aquí Brendan Perry navega en el significado del orgullo, la traición, el deseo desmedido y el autoengaño como causantes de la caída humana, aquella que nos convierte a todos en pecadores ante los ojos del Dios judeocristiano y los de nuestros semejantes pero que además nos aleja de la divinidad. Asumiendo el rol de un antiguo sabio Perry nos invita hurgar entre la causa de nuestros deseos para así poder combatir las ilusiones de las que somos presa y que nos llevan a la mala conducta, en definitiva una invitación a no claudicar ante el mal. La mención de Lucrecia, una noble romana que fue violada por el hijo de Tarquino el Soberbio y que luego se suicidó desencadenando la caída de la monarquía etrusca y el inicio a la república romana, es usada aquí como ejemplo del más alto nivel de depravación y bajeza que puede infligir alguien.


El quinto tema Mesmerism (Mesmerismo), es el punto más álgido de Lisa Gerrard quien entra briosa, cual suma sacerdotisa que busca aplacar las oscuras fuerzas de la naturaleza y el miedo que ellas nos producen. Vocalmente es la pieza más compleja del álbum, la cantante se desplaza con notable agilidad entre altos y bajos sin desfallecer y se encuentra cerca al apogeo de sus cualidades vocales aunque sin llegar aún a la cúspide de su potencial. Así como ella tiene su momento máximo, Perry no se queda atrás y The Enigma of Absolute (El enigma de lo absoluto) es su gran punto de exaltación, demostrando que sus virtudes no se limitan solo al manejo sorprendente de los instrumentos, a la composición y las letras sino que también cobijan a una voz de gran fuerza y contundencia, que recuerda por momentos a un Frank Sinatra pero en estado de trance.  La percusión es descomunal y viene endulzada con un arreglo de cuerdas y teclado añadiendo un aura de misticismo en extremo sobrecogedora, en resonancia con la letra que resume la búsqueda espiritual de una mujer que ansía no solo a un salvador sino también una posibilidad de unión con lo absoluto.    


Advent (Advenimiento) es un retorno de DCD a sus raíces rock, con una letra que habla de la dificultad que conlleva el soportar los embates de la vida y la dificultad de hallar un sentido en ellos. Avatar, otro trabajo de glosolalia de Lisa Gerrard e Indoctrination (A Design of Living) – Adoctrinamiento (un diseño para vivir), una canción que habla de la libertad personal en conflicto con el adoctrinamiento de la sociedad; tres temas que a pesar de carecer de la potencia y complejidad que poseen los seis primeros, son buenos finales para el álbum.

  No. 2 Grain Elevator - I refuse to die. Foto por Chris Allen.

Por ultimo vale la pena mencionar algo de la historia de la críptica imagen del disco. Cargada de un halo de misterio, la portada de Spleen and Ideal es una foto que el fotógrafo Colin Gray sacó de manera espontánea, mientras él y una acompañante conducían por Trafford Park, en Salford (condado de Manchester). La gigantesca edificación es básicamente el fruto de una demolición fallida, que quedó suspendida en una asombrosa parálisis inclinada, casi como si ese momento estuviera congelado. La estrella de plástico blanco estaba abandonada en las cercanías y el abrigo rojo estaba en el automóvil de Gray, quien le pidió a su acompañante que se lo colocara y sostuviera la estrella en frente de aquella perturbadora y colosal inclinación, así obtuvo la foto que pasaría a convertirse en la intrigante portada del segundo disco de DCD.

Notas

(1) Baudelaire Charles, Las flores del mal, edición de Verjat, trad Martinez de Merlo, editorial Cátedra, undécima edición, Madrid.  

(2) https://dle.rae.es/glosolalia?m=form


 © Copyright texto de la reseña 28 de noviembre 2020 Diego Villa Caballero.   

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